¿LAS EMOCIONES SE PUEDEN CONTROLAR?

Controlar las emociones libera el camino a la inteligencia.

El cerebro de nuestros hijos es muy inteligente.

Frecuentemente, más que ellos.

Y eso nos pasa a todos: nuestro cerebro nos supera en inteligencia.

Su memoria es infinita, lo graba absolutamente todo.

Su creatividad es inagotable, chispeante y tórrida. Produce ocurrencias todo el tiempo, estemos dormidos o despiertos.

Su capacidad de adaptación frente a nuestras exigencias y ante las adversidades de la vida, es sorprendente.

Si tuviéramos control sobre nuestro cerebro, nuestra vida sería plena, en cualquier circunstancia. Seríamos felices en cualquier parte del mundo. Estaríamos satisfechos con lo que tuviéramos. Desearíamos menos cosas y lo poco que deseáramos, lo desearíamos poco.

Como padres razonables, no podemos desear algo mejor para nuestros hijos.

Pero, ¿las emociones se pueden controlar? ¿Acaso no dependen de lo que nos sucede? ¿De lo que alguien más nos hace? ¿De las opiniones de los demás sobre nuestro aspecto o sobre nuestro desempeño?

Las emociones se pueden controlar y la habilidad para controlarlas es clave para poder acceder a las habilidades cognitivas e intelectuales del cerebro.

Y la habilidad de controlar las emociones se puede entrenar.

Un niño ansioso no puede acordarse de las respuestas correctas para las preguntas de un examen.

Una niña triste difícilmente podrá evitar seguir recordando experiencias deprimentes.

Un joven enojado probablemente elegirá la peor de las opciones que se le presenten.

Suponiendo las mismas capacidades intelectuales en un grupo de niños o jóvenes, la diferencia en su desempeño académico o social será la destreza para controlar y/o cambiar sus emociones.

Y esa puede ser una diferencia abismal.

¿LAS EMOCIONES SE PUEDEN CONTROLAR?

Invíctor Cortes Martinez

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